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The Kooks, en el Luna Park
La historia de The Kooks está llena de marchas y contramarchas, cambios de formación e intentos de renovación sonora motivados por la poca suerte en los charts. Igual que muchos artistas británicos importantes de los últimos años -Amy Winehouse, King Krule, Adele o Kate Nash, por citar algunos casos-, esta banda de Brighton, una pintoresca ciudad costera ubicada a una de tren de Londres, es un producto de la famosa BRIT School de la capital inglesa. La prensa británica, siempre lista para generar controversias, intentó con insistencia establecer un duelo con los Arctic Monkeys, similar al que en otros tiempos fogoneó entre Beatles y Stones, o Blur y Oasis. Esos ejercicios comparativos siempre son un poco inútiles, pero igual vale la pena remarcar que el grupo que lidera Alex Turner está muy por encima, en talento, potencia y variedad sonora, personalidad y vuelo poético, que el de Luke Pritchard.
Esta visita a la Argentina se dio en un momento de trancisión de The Kooks: con Hugh Harris, Peter Denton y Alexis Nuñez como actuales compañeros de ruta, Pritchard está terminando de darle forma a un nuevo disco que saldrá este año, según él más colorido y libre que Listen (2014), un álbum demasiado calculado en el que Inflo, un joven productor de hip hop londinense, intentó rescatar al grupo de la meseta en la que lo introdujo Junk of the Heart (2011) -un intento previo de cambiar de piel decididamente superficial y errático-, incorporando al lenguaje natural de The Kooks elementos del dance, el R&B y la new wave.
Lejos de continuar con los experimentos, los shows de esta gira de la banda inglesa apelaron sobre todo a los hits de su repertorio - She Moves in Her Own Way, Bad Habit, Shine On, Do You Wanna, Junk of the Heart (Happy)-, construidos desde siempre con los mandatos sagrados de sus influencias más notorias (The Beatles, The Kinks, The Jam, The Clash, que casualmente sonaron segundos antes de que la banda ingresara al escenario del Luna Park), un gesto ostensible de moderación en tiempos de crisis y replanteos. Con el alerta amenazante de los peligros que pueden implicar los cambios de direccion bruscos e inesperados (los sucesivos colapsos de bandas como Kaiser Chiefs y Hard-Fi fueron ejemplificadores en ese sentido), The Kooks resolvieron volver al terreno que mejor conocen, un pop liviano e impersonal orientado a celebrar romances o lamentar fracasos amorosos de manera más rutinaria que creativa. En los mejores momentos suenan agradables. En los peores, como una banda tributo. No fue un problema para la masa fiel que los acompañó con entusiasmo en su quinta visita al país. Si The Kooks asume como propia esa voluntad más bien conservadora, es probable que siga llenando estadios. Y repitiéndose eternamente.
Fuente: La Nación
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